Para Henry D. Thoreau, la esperanza y el futuro no están en el césped ni en los campos de cultivo, sino en los marjales impenetrables y movedizos. Pero hay que reconocer que los jardines de las ciudades son como refugios, como un hortus conclusus donde evadirse del malestar urbano. La necesidad de andar campo a través deja marcas holladas sobre la hierba. Son auténticos caminos resultado del deseo de atravesar el paisaje.
Entrevista en la plataforma Nonsite
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