La sensación de horror se adhiere a las cosas cercanas y familiares. Con Rigor Mortis planteo una visión particular sobre lo siniestro. Aquello que en algún momento nos fue conocido y cercano, se transforma y nos resulta extraño.
El cuerpo orgánico se transfigura en objeto. Llega a su límite natural o circunstancial pasando a ser cadáver. El cuerpo sin vida ya no es persona, simplemente un trozo de carne con un futuro preciso cuyo único destino es la corrupción del mismo. Nada marcha interiormente, solo queda el aspecto que lo envuelve.
Esa presencia orgánica que nos era familiar es ahora siniestra, la persona ya no “es” y la rechazamos no aceptando su muerte. La persona es cadáver y el cadáver es objeto.
El retrato mortuorio protagoniza esta serie de Rigor Mortis donde la idea de la muerte esta dentro del “objeto cuadro”. La serie de pinturas realizadas al óleo encarnan la representación de la perpetuación del cadáver finito, refiriéndome con este término a la descomposición de la materia orgánica, convirtiéndolo en un cadáver incorruptible y eterno en una imagen infinita.
Juventud-Senectud retrata al sujeto en dos tiempos de su vida. La fotografía es la huella del pasado y del presente. Una reflexión donde lo familiar ha quedado reprimido, lo reconocemos y lo rechazamos, transformándose así en algo extraño, en algo siniestro.